De qué sirve la ironía si vas a alcanzarte ahí mismo, pensando en lo que dices que vas a decir o hacer… pero no haces… qué mejor para otra ocasión, dices… Mejor di “ocaso” de tus expectativas y de tus comentarios. Preferible dejarlos en el rincón de las sombras que acumulas en tu mente.
Siempre me ha fascinado leer lo que mi mente dice cuando le pongo atención. Estoy seguro que puedo cometer cualquier acto heroico como irónico, depende de la fuerza creadora o de la tristeza lenta. Sinceramente sé que soy un aparato ultra preciso que puede detectar emociones en cada aspecto del día o del pestañeo de una brisa… un sismógrafo al pendiente de un alza o baja de energías físicas; mi cuerpo es un continente que se reduce tanto a veces, tanto, tanto que puedo ser un archipiélago de temor, o sonrisas.
Me toca vivir cada mañana con una misma pregunta: despertar y tratar de recordar lo que ya no eres ayer. La ironía de la vida es exactamente eso: no tener vida para entender un momento pleno de uno mismo.
La ironía la busco como un detector de mentiras: si me llega a descontrolar es porque sí estaba quebrada la idea que tenía. Lo que se rompe es solamente uno, los pedazos se vuelven a unir con otras palabras de aliento o ánimo. Ser irónico es tener que darle un poquito de lucidez al otro, en frases que hagan un cambio erróneo en lo recibido como mensaje… es un esfuerzo mental para medir lo que filtramos o no al cerebro.
La ironía es la verdad sin cartas de presentación. Es temida la ironía pues nos hace perder lo que sabemos decir y hacer automáticamente, “¡Cómo estás… bien y tú… bien gracias!” Una vez se me ocurrió decir “Mal”, eso procedió a un cambio dramático en la cara de mi interlocutor, abrió la brecha a preguntas nuevas, inquietudes sinceras y palabras novedosas.
Pero cansa ser irónico… cansa porque solamente es un juego que tú sabes jugar nada más. En las conversaciones de café, de trabajo (si tengo) o de mundanidad, hago uso de la ironía para hacer contacto… y en ocasiones pasa sin acto ni tacto el mensaje. Y me lo tengo que volver a llevar al rincón de la sombras de mi mente. El mejor jarabe para la mediocridad es la ironía cómica. En ésta sí que sabes al menos que la risa será juez y partido de tus intensiones.
Lo irónico de todo esto es que cuando estás solo, la ironía se acerca y te habita la mente, con declamaciones y disertaciones fastidiosas. Y tú solamente quieres un poco de claridad y certeza. Y es ahí, en esos momentos en los cuales tienes que reír de ti, reír de tus añejas angustias, reír de tus cachetes inflados de temor o valentía, reír que no sabes lo absurdo que es vivir como todo mundo quieren que vivas tú… y tú lo ignoras.
Piensa la ironía como una otra perspectiva de hablar en el mundo. Sonreír de ti y de tu vida es la poción mágica a la normalidad formante y plástica de una sociedad o cultura; reír es ser irónico por excelencia. Tú, histriónico personaje que buscas un hombre, una idea en pleno día, con una lámpara encendida en la mano.
ivanovichtorres@gmail.com
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